Canto de la mujeres guerreras

Compañerxs, por alguna razón hay problema para abrir el documento que subí a la nube. Copié y pegué el fragmento que debemos leer para mañana, es super importante que lo lean.

Saludos

XV. AQUIAUHTZIN DE AYAPANCO
El canto de las mujeres guerreras
( c.1430 - c. fines del siglo xv)

De la región de Chalco y Amecameca, patria del cronista de noble
estirpe Chimalpahin, nacido en 1579, y asimismo de la gran Sor Juana,
han llegado hasta nosotros los nombres y algunas obras de dos for-
jadores de cantos anteriores a la conquista española. Chichicuepon
de Chalco, poeta y litigante desafortunado, se nos volvió ya conoci-
do en el capítulo anterior.

Aquiauhtzin de Ayapanco, vecino de Amecameca, es el otro maes-
tro de la palabra, de quien también se conservan noticias y asimismo
dos de sus composiciones. Una está incluida en el largo texto conoci-
do como "diálogo acerca de flor y canto". Aquiauhtzin se muestra en
ella escudriñando los misterios de lpalnemohuani, el Supremo Da-
dor de la vida. Extenso y, para muchos, inesperado cantar erótico es la
otra creación suya que, si en el manuscrito donde se conserva apare-
ce como anónima, sabemos ahora fue de Aquiauhtzin gracias a porme-
norizado testimonio, que más abajo aduciré, del ya mencionado cro-
nista Chimalpahin. Canto de primores, burlas y cosquilleos es éste, en-
derezado al gran tlatoani Axayácatl, señor de los mexicas de 1469 a

1481. Su antecesor, Motecuhzoma Ilhuicarnina, había consumado
en 1464 la conquista de Chalco-Amecameca. Con el advenimiento de
Axayácatl, la situación de los chalcas -aunque seguía siendo la de un
pueblo sometido- se había tornado más llevadera. Aquiauhtzin buscó
sutilmente con su canto, por el camino de un reto, nueva forma de
acrecentar la benevolencia de Axayácatl respecto de los vencidos.

Son ahora las mujeres de Chalco las que emprenden la guerra. El poe-
ta las hace hablar: invitan al señor de Tenochtitlan a una lucha donde
sólo podrá triunfar el muy bien dotado sexualmente.

La guerra se transforma en asedio erótico, acercamiento de contra-
rios, acto sexual con todos sus preámbulos. El canto finamente por-
nográfico -según vamos a verlo- agradó por cierto, en extremo, al
aludido y desafiado Axayácatl.

Y a en plan de anticiparnos, añadiremos que, al parecer, Aquiauh-
tzin fue sabio en las cosas divinas y, quizás por ello mismo, también
en las humanas, astucia política, placer, temores y burlas.

Trayectoria de Aquiauhtzin

Vino probablemente al mundo Aquiauhtzin hacia 1430 en Ayapan-
co, barrio de Amecameca por el rumbo del suroeste. Desconocemos
la fecha de su muerte pero ésta debió de haber ocurrido después de
1490, ya que en ese año participó en una reunión de poetas convoca-
da por el señor Tecayehuatzin de Huexotzinco.

Hacia 1430, el señorío de Chalco-Amecameca conservaba aún su
independencia, gobernado por Ayocuan el viejo señor chichime-
ca Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli -tal era su nombre comple-
to- concurrió siendo aún niño, en su calidad de noble, al calmécac
de su ciudad natal. Pudo entonces asimilar las antiguas tradiciones de
su pueblo, cultivar el arte del lenguaje cuidadoso, la poesía y el saber
acerca de las cosas divinas. Egresado del calmécac, joven todavía,
hubo de enterarse acerca de la actitud expansionista asumida por los
mexicas, a partir de su victoria sobre los viejos dominadores tecpa-
necas de Azcapotzalco. Guiados los mexicas por ltzcóatl, habían con-
quistado primeramente varios señoríos como los de Cuitláhuac y Xo-
chimilco. Más aún, habían incursionado, saliendo victoriosos, en la re-
gión de Huexotzinco y Atlixco. A no dudarlo también la zona de Chal-
co-Amecameca se presentaba ya a los mexicas como campo abier-
to a sus propósitos de dominación.

Un expresivo texto del cronista Chimalpain, en su Tercera rela-
ción, aunque afirma que "todavía no clavaban entonces los dientes en
Chalco Motecuhzoma Xocoyotzin y el cihuacóatl Tlacaélel", refie-
re que ya desde el año 6-Conejo, correspondiente al de 1446, se deja-
ban sentir las exigencias mexicas que obligaron a gentes de Chalco y
Amecameca a participar en el trabajo para la edificación del tem-
plo de Huitzilopochtli. A tales riesgos y exacciones vino a sumarse la
aflicción del hambre por cinco años, desde 1450 a 1455. Hombres y
mujeres se vendían entonces como esclavos.

Desde 13-Casa, 1453, quedaron plenamente al descubierto los
propósitos de Motecuhzoma Ilhuicamina decidido a incorporarse el
Señorío de Chalco-Amecameca. Se inició entonces la guerra en la que
probablemente tuvo que participar el forjador de cantos Aquiauhtzin.

Según diversas crónicas, en 11-Pedernal, 1464, los mexicas penetraron
hasta el monte Amaqueme. Al fin -tras larga lucha- se consumó la
victoria de los guerreros de Tenochtitlan, cumpliéndose la profecía
del hechicero que había anunciado escuetamente: ''destruido será
en chalca". Varios relatos nos hablan de la huída de dieciséis mil
macehuales que tuvieron que abandonar entonces la región de Chal-
co-Amecameca. Aquiauhtzin, afligido, se consolaba de algún modo
dedicado a forjar cantos.

Los dos poemas que de él se conservan en el manuscrito de Canta-
res mexicanos de la Biblioteca Nacional, pueden situarse con cierta
precisión en el tiempo. El de tema erótico fue compuesto hacia 13-
Caña, 14 79, o en todo caso muy poco antes, ya que en el año men-
cionado, según lo refiere Chimalpahin, fueron los chalcas a cantarlo
por primera vez en Tenochtitlan. Ello ocurrió precisamente ante el
Señor de los mexicas, Axayácatl, el sucesor de Motecuhzoma Ilhui-
carnina. El segundo de los poemas lo sacó a luz Aquiauhtzin en
Huexotzinco, hacia 1490, cuando participó allí en !ajunta de sabios y
poetas reunidos a invitación del señor Tecayehuatzin.

El cantar de tema erótico: circunstancias de su composición

Como ya lo dijimos, dos son las fuentes documentales que nos per-
miten acercarnos a esta composición de Aquiauhtzin en su versión
original en náhuatl e igualmente a las circunstancias en que dicha
obra se dio a conocer. Por una parte encontramos en cuatro folios, ha-
cia el final del manuscrito de Cantares Mexicanos, el texto del poe-
ma con el título de In cha/ca cihuacuícatl, "Canto de las mujeres
de Chalco", con la siguiente anotación:

Composición de los chalcas. Con ella fueron a dar alegría al señor
Axayacatzín que los conquistó pero sólo a las mujercitas.

Por otra parte, en la Séptima relación del cronista Chimalpahin
con gran detalle se habla de la misma visita de los chalcas a Axayá-
catl, precisándose que tuvo ella lugar en 13-Caña. Expresamente se
dice allí que quienes se presentaron ante el gobernante de Tenochti-
tlan fueron a entonar el Canto de las mujeres de Chalco. El texto de
Chimalpahin, cuya versión al castellano en seguida daremos, tras
describir los pormenores de cuanto ocurrió en el patio del palacio de
Axayácatl, de modo particular el peligro en que estuvieron los chal-
cas de que se viera malogrado su propósito, consigna que el cantar
que entonces se entonó --el Chalca Cihuacuícatl-- era obra del noble
llamado Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli "que era un forjador
de cantos".

Hallazgo afortunado es el de la doble documentación que permi-
te correlacionar uno de los más bellos y extensos poemas de conte-
nido erótico en náhuatl no ya sólo con su autor sino también con el
contexto histórico en que fue compuesto y sacado a la luz pública.
Antes de transcribir el relato de Chimalpahin recordaremos lo que ya
insinuamos. Cuando los de Chalco fueron a hacer oír a Axayácatl es-
te canto de las mujeres guerreras, hubo en su ánimo intención de ha-
lago pero también picardía. Riesgosa empresa fue ir a retar a quien,
como su antecesor Motecuhzoma, se ufanaba en sus proezas milita-
res, desafiándolo a que mostrara si era igualmente tan hombre frente
a las mujercitas que lo provocaban ahora al amor y al placer. El he-
cho es que los chalcas, esta vez sin escudos ni flechas, alcanzaron la
victoria: Axayácatl -como lo refiere Chimalpahin- se regocijó en
extremo al escuchar el canto de las mujeres guerreras. Más aún, "hi-
zo propiedad suya este canto ... , cuando deseaba alegrarse, siempre lo
hacía cantar ... "

He aquí las palabras de Chimalpahin, marco para acercarnos lue-
go al poema mismo de Aquiauhtzin:

"Año 13-Caña (1470). Fue también entonces cuando por primera
vez vmieron a cantar a México los de Amecameca y los chalcas
tlalmanalcas. Lo que entonces entonaron fue el canto de las mujeres
de Chalco, el Chalca cihuacuícatl. Vinieron a cantar para el señor
Axayacatzin.

"Dio principio el canto y la danza en el patio del palacio, cuando
Axayacatl se encontraba todavía adentro, en la casa de sus mujeres.
Pero el canto cobró vida malamente. Un noble de Tlalmanalco toca-
ba la música con mucha torpeza, haciéndola resonar perezosamen-
te con el erguido tambor, hasta que al fin se inclinó sobre él y no supo
ya mas.

"Allí, sin embargo, junto al lugar de los tambores, estaba el llamado
Quecholcohuatzin, noble de Amecameca, gran cantor y también mú-
sico. Cuando vio que se perdían, se estropeaban la música, el canto y
la danza, en segunda fue a colocarse junto al lugar de los tambores.
Tomó un tambor y puso remedio a la danza para que no decayera.
As, hizo cantar y batlar a la gente Quecholcohuatzin. Y el otro noble
de Tlalmanalco se quedó solo con la cabeza inclinada en tanto que
los demás proseguían con el canto.

"Axayácatl, que aún permanecía en el interior de la casa cuando
escuchó cómo tan maravillosamente tocaba la música y hacía cantar
a la gente el dicho Quecholcohuatzin, se enardeció en su corazón
se sorprendió. En seguida se levantó y salió luego del interior de la ca~
sa de sus mujeres para ir él también a bailar. Acercándose allí al Ju-
gar de la danza, sus propios pies lo comprendieron: mucho se alegró
Axayácatl al oír el canto y así también él se puso a bailar y a dar
vueltas.

"Cuando terminó la danza, dijo el señor Axayácatl: ¡Tontos, a ese
torpe que aquí me habéis traído y que ha tocado y dirigido el canto
no habréis de dejarlo más! Los chalcas le respondieron: Está bien:
supremo señor.

"Y como había dado esta orden Axayácatl, mucho se atemoriza-
ron todos los nobles chalcas. Se miraron, dijeron, en verdad mucho
se asustaron. Luego lo supieron: era ésa la primera vez que tocaba
Y que dirigía el canto aquel noble de Tlalmanalco. Y según lo refie-
ren los ancianos, el nombre de ese tal era Cuateotzin ...

"Y los mismos chalcas entonces espontáneamente dijeron: Tal
vez quemará, tal vez hará que apedreen al que así dirigió el canto Y
la música. Dijeron los nobles chalcas: Nos estropeó, echó a perder
nuestro canto. ¿Qué habremos de hacer? ¿Acaso tal vez no se nos
prenderá fuego aquí?

"Mientras, había vuelto a entrar en el interior del palacio el señor
Axayácatl. Se había ido a colocar allí junto a las jóvenes, las que eran
sus mujeres. Luego ordenó que fueran a llamar a Quecholcohuatzin,
el que después había dirigido la danza y el canto. Así lo dijo, lo man-
dó, Jo comunicó el enviado a los nobles chalcas: ¿Quién es el que aca-
ba de terminar vuestro canto, el que acaba de concluir vuestra mú-
sica? Lo llama el señor, el supremo señor. Venimos a buscarlo, pasará
al interior de la casa.

"En seguida respondieron, dijeron los chalcas: Aquí está, que lo vea
el señor. Luego llamaron los nobles chalcas al joven Quecholcohua-
tzin. Bien temían no fuera a ser que el señor Axayácatl los condena-
ra a muerte, a ser quemados.

"Y cuando ya pasó éste, estuvo al borde de la puerta, atisbaban los
chalcas cómo habña de salir la palabra del señor, como si fuera de
fuego. Se postraron entonces los chalcas; así estaban atemorizados.

"Pero cuando se acercó Quecholcohuatzin ante Axayácatl, en se-
guida acercó tierra a su boca, se doblegó y dijo: Señor, supremo señor,
ten compasión de mí, aquí estoy, tu siervo. hombre del pueblo, en
verdad hemos cometido errores delante de tu rostro.
"Pero el señor Axayácatl no quiso seguir oyendo estas palabras.
Dijo entonces a sus mujeres: Señoras, Ievantáos, venid a encontrarlo,
que permanezca éste a vuestro lado, aquí será vuestro acompañante
cual si fuera también mujer. Mirad, sabed que ya lo tengo bien proba-
do, que con esto, mujeres, se alegren vuestros corazones, porque és-
te hizo que yo bailara, que yo cantara, este Quecolcóhuatl. Nadie antes
había logrado tal cosa, que yo saliera del interior de la casa para bai-
lar. Este así lo ha hecho. Por ello será vuestro compañero para siem-
pre. Ahora lo tomo para que sea mi cantor.

"En seguida dispuso Axayácatl que se le dieran una capa y un
braguero de los que tenían el signo del propio Axayácatl, y otra capa
y otro braguero y unas sandalias con adornos de turquesa, y un to-
cado con plumas de quetzal y asimismo varios envoltorios de cuax-
tlis o paños de determinado valor y también semillas de cacao. Esta
fue la paga que se dio a Quecholcohuatzin. Mucho fue estimado por-
que así hizo bailar a la gente. Y tuvo a bien Axayácatl disponer que él
sólo cantara, no fuera a suceder que alguien con torpeza volviera a
dirigir el canto.

"Y el señor Axayácatl mucho deseó, se empeñó en alegrarse con
el canto de las mujeres de Chalco, el Chalca cihuacuícatl. Así una
_ vez más hizo venir a los chalcas, a todos los nobles, les pidió que le
dieran el canto y también a todos los de Amecameca, porque era de
ellos, de los tlailotlaque, los regresados. Ese canto era su propie-
dad, el canto de las mujeres guerreras de Chalco.

"Allá lo había compuesto un noble llamado Aquiauhtzin Cuauh-
quiyahuacatzintli, que era un gran forjador de cantos. Y así por este
canto había cobrado también fama aquel señor llamado el viejo Ayo-
cuatzin, noble chichimeca, que había gobernado en Itztlacozaucan
Totolimpa.

"Así lo ordenó Axayacatzin y así le entregaron el canto ... En el
año que ya se dijo (13-Caña, 1479), hizo propiedad suya este canto
el señor Axayácatl. Este lo hacía cantar al que se ha nombrado ya,
Quecholcohuatzin ... A éste que mucho estimaba y que hacía venir a
cantar a México.

"Y Axayácatl dejó este canto en herencia a su hijo, el llamado
Tezozomoctli Acolnahuácatl. Este a su vez lo otorgó a su hijo, el que
se llamó Don Diego de Alvarado Huanitzin, que llegó a ser señor de
Ecatepec y que más tarde vino a ser gobernador de México-Tenoch-
titlan. Todos ellos hacían que se entonara y se bailara este canto en
sus palacios en México, porque en verdad era muy maraviIIoso y
gracias a él tuvo renombre la ciudad de Amecameca, que ahora sólo
se muestra como un pequeño poblado."

El poema que, según lo refiere Chimalpahin, era obra del "noble
llamado Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli, gran forjador de can-
tos ... ", por haber cautivado el corazón de Axayácatl, pasó a ser pro-
piedad de éste y se convirtió luego en herencia para sus descendientes.

Incluido más tarde en el manuscrito que hoy conserva la Bibliote-
ca Nacional, ha llegado hasta nosotros. Con el propósito de facilitar la
degustación del poema, que debemos recordar fue compuesto hace
más de medio milenio, atenderemos antes brevemente a su estructura
y a algunos rasgos y elementos que presuponen cierta explicación.

Características del poema erótico de Aquiauhtzin

Comencemos por reiterar cuál fue la intención del poema. La ya cita-
da anotación que aparece en el manuscrito de Cantares Mexicanos
claramente la expresa: "Con esta composición fueron a dar alegría
(los chalcas) al señor Axayacatzin que los conquistó pero sólo a las
mujercitas." Por su parte, el padre Angel María Garibay, que en 1967
se ocupó por vez primera de este cantar, teniéndolo como anónimo, se
inclinó a considerarlo como una muestra de la "producción mímica"
del mundo náhuatl. Admitiendo con Garibay que el mismo texto pu-
do haber dado pie a formas más tardías de actuación dramática o
mímica, nos consta ahora, gracias al cronista Chimalpahin, que ori-
ginalmente el poema fue concebido para entonarse, a modo de reto, en
presencia del señor de Tenochtitlan. Tener esto presente resulta in-
dispensable para comprender y valorar su significación más honda.

Siete tiempos o partes nos parecen que pueden distinguirse en el
poema. Primero está la invitación que hace una mujer de Chalco a otras
compañeras suyas. Valiéndose de bien conocidas metáforas de la len-
gua náhuatl, exhorta a sus hermanas a buscar y cortar flores, pero
precisamente aquellas "del agua y del fuego", in atl, tlachinolli, evo-
cación de la guerra, flores del escudo, las que se antojan a los hom-
bres. Flor y canto del combate, para hacer cautivo de un modo nue-
vo a Axayácatl, es lo que importa a las mujeres de Chalco.

El segundo tiempo nos da la palabra que explica el sentido del can-
to. Asedio erótico será esta vez la guerra. Punzante se anuncia el re-
to: "Acompañante pequeño, tú, señor Axayácatl,  si en verdad eres
hombre, aquí tienes donde afanarte ... " La mujer de Chalco emplea ya
sus armas: "¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza? / Haz que
se yerga lo que me hace mujer ... / pero no, no, todavía no desflores,
/ compañerito, tú, señor, pequeño Axayácatl ... "

Propósito de entrega, no libre de temor, conlleva el tercer tiempo
del poema: "Soy atrapada ... tú mismo estropearás lo que es mi rique,-
za, la cabarás ... / aquí está, / a tu perforador hago ofrenda ... " No sa-
biendo qué es lo que ocurre, en Chalco las madres habrán de afligirse.

Menester será dejar el huso y el palo del telar. Hay que embrazar el es-
cudo.

Otra vez el reto, cuarto momento del poema: "Haz hablar tu ser de
· hombre ... / Todavía no empiezas, ya estás disgustado, compañero
pequeño ... / Sabrosa es tu semilla,/ tú mismo eres sabroso ... " ¿Es todo
esto locura? Una y otra vez la provocación se repite: "Revuélveme
como masa de maíz ... ¿Acaso no eres un águila, un ocelote?"
De alusiones burlonas parece ser la secuencia del poema, el que
llamamos quinto tiempo. La mujer de Chalco se compara con Ayo-
cuan, el antiguo gobernante cuyo señorío conquistaron los mexicas.

Si ella cautiva ahora a Axayácatl, logrará lo que no pudo entrever
Ayocuan. ¿Hay acaso mujeres como ella en las ciudades aliadas de
Tenochtitlan, en Acolhuacan-Tezcoco y en Tlacopan, tierra de tepa-.
necas? Vencido en la guerra fue el pobre chalca Cuauhtlatohua. ¿No
podrá ahora Axayácatl apropiarse de la falda y la camisa de la mujer-
cita que tiene sólo estas armas? La mirada se vuelve en seguida a

Tlatelolco: allí el señor de los mexicas fácilmente pudo desatar las
faldas, vencer enemigos. Lo mismo también sucedió en Huexotzinco,
en Tetzmolocan, y en Xaltepetlalpan, donde Axayácatl hizo cauti-
vos a los traviesos habitantes de Cuetlaxtlan.

El señor mexica quiere ya lograr su placer. Tiempo sexto en que, si
subsiste el reto, la lucha cede al fin a la entrega: "Tal vez así lo quiere
tu corazón ... / así poco a poco cansémonos, / ¿de qué modo me lo
haces ... ? / Hagámoslo así juntos ... "

Conclusión es la última parte, hasta cierto punto ambivalente. La
joven guerrera, que así ha combatido por Chalco, teme ser tenida co-
mo una alegradora mujer de placer. ¿Podría alguien suponer que es
ya vieja abandonada y sin jugo? Cierto que ha venido a dar y darse
placer pero, como con femenina gracia lo deja entender, sólo así ha
alcanzado Chalco la victoria. Con metáforas frecuentes en otros
poemas, que se tornan aquí adjetivo de realidades distintas, el asedio
se transforma en sueño y reposo: "Mira mi pintura flonda, son mis
pechos ... / He aquí tus manitas ... / En tu estera de flores, / compañero
pequeño, / poco a poco entrégate al sueño, / queda tranquilo, niñito
mío / tú, señor Axayácatl."

Sin pretender que este breve análisis del poema alcance a mostr:ir-
nos su más honda riqueza de significaciones, lo ofrecemos tan solo
por vía de introducción. El canto de Aquiauhtzin merece, a no dudar-
lo, mucho más detenida consideración desde otros puntos de vista,
si en verdad se quiere atisbar un poco floraciones, como ésta, de ero-
tismo en el México anterior a la conquista. Por mi parte me limito a dar
aquí la nueva versión que he preparado del texto náhuatl, Canto de
las mujeres de Chalco. . .

Bien pudo ufanarse Aquiauhtzin al conocer la acogida que dio
Axayácatl a este poema suyo. Y a su regocijo debió de sumarse el de
los chalcas que, superando riesgos inminentes, lograron así congra-
ciarse de nueva forma con el señor de Tenochtitlan. Desgraciadamen-
te muy poco más es lo que nos ha llegado de la producción poética de
este forjador de cantos. Otro poema suyo conocemos -muy distinto
por cierto- y a él en seguida vamos a referirnos.


Participación de Aquiauhtzin en el diálogo de la flor y canto

En otros trabajos he dado a conocer el texto completo de este diálo-
go y las circunstancias en que verosímilmente tuvo lugar.  Sólo una
breve recordación haré aquí. Tecayehuatzin, señor de Huexotzmco, Y
asimismo sabio y poeta, reunió en su casa, hacia 1490, a varios ami-
gos suyos venidos de distintos lugares, para que se expresaran tod~s
sobre el más hondo sentido de la creación poética y del arte concebi-
dos como "flor y canto". Tecayehuatzin, se pregunta allí si acaso la
metáfora y el símbolo -flor y canto- son tal vez el único camino pa-
ra decir palabras verdaderas en la tierra. Muy variadas opiniones se
expresaron en seguida. Entre otras cosas, el señor de Tecamachalco
insinuó que para él poemas y cantos eran lo único que, de sí mismo,
podía dejar el hombre en la tierra. Fue entonces cuando Aquiauhtzin,
tomando la palabra, afirmó que, por encima de todo, siendo flores y
cantos acercamiento al Dador de la vida, éste a través de ellos se volvía
también presente entre los hombres.

Al parecer, en el corazón de Aquiauhtzin dialogar con el Dador de
la vida y asimismo con los humanos era algo en lo que todos debían
afanarse. Quizás por ello había buscado que las mujeres de Chalco
hablaran con el señor Axayácatl. Ahora, al exponer su punto de vista,
propicia el diálogo refiriéndose a otros forjadores de cantos asimis-
mo participantes en la reunión: Ayocuan de Tecamachalco, Xicotén-
catl y Camaxochitzin de Tizatlan. Acerca del primero manifiesta que
lo escucha y comprende; de los otros dos dice que con su poesía se
alegran y aguardan la palabra del dios.

Aquiauhtzin también ensayará la búsqueda del Dador de la vida.
Quiere darle alegría y, por eso, lo invoca en el lugar de las flores y en
la casa de las pinturas. El pájaro cascabel, sobre la estera de la serpien-
te preciosa es quizás la respuesta -flor y canto-, aquello que siem-
pre se espera, alegría del corazón, lo que existe en la tierra y puede ser
comprendido como metáfora o símbolo. En la circunstancia del diá-
logo, en compañía de los otros forjadores de cantos, las palabras de
Aquiauhtzin, conservadas por la oralidad, nos dicen que él mismo,
buscando inspiración, encontraba refugio en tlahcuiloitic, "en el in-
terior de la casa de las pinturas". Con esta evocación suya, en la que
convergen la palabra y la significación de los libros de pinturas,
podemos ya acercarnos a disfrutar de su cantos.

Canto de las mujeres de Chalco

Levantáos, vosotras, hermanitas mías,
vayamos, vayamos, buscaremos flores,
vayamos, vayamos, cortaremos flores.
Aquí se extienden, aquí se extienden
las flores del agua y el fuego, flores del escudo,
las que se antojan a los hombres,
las que son placenteras:
flores de guerra.

Son flores hermosas,
¡con las flores que están sobre mí,
yo me adorno,
son mis flores, soy una de Chalco,
soy mujer!
Deseo y deseo las flores,
deseo y deseo los cantos,
estoy con anhelo, aquí, donde hilamos,
en el sitio donde se va nuestra vida.

Yo entono su canto,
al señor, pequeño Axayácatl,
lo entretejo con flores,
con ellas lo circundo.
Como una pintura es su hermoso canto,
como flores olorosas que dan alegría,
mi corazón las estima en la tierra.

¿Qué significa todo esto?
Así estimo tu palabra,
compañero en el lecho, tú, pequeño Axayácatl.
Con flores lo entretejo,
con flores lo circundo,
lo que nos une levanto,
lo hago despertarse.
Así daré placer
a mi compañero en el lecho,
a ti, pequeño Axayácatl.

Acompañante, acompañante pequeño,
tú, señor Axayácatl.
Si en verdad eres hombre,
aquí tienes donde afanarte.
¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza?

Hazlo en mi vasito caliente,
consigue luego que mucho de veras se encienda.
Ven a unirte, ven a unirte:
es mi alegría.
Dame ya al pequeñín, déjalo ya colocarse.

Habremos de reír, nos alegraremos,
habrá deleite,
yo tendré gloria,
pero no, no, todavía no desflores,
compañerito; tú, señor, pequeño Axayácatl.

Yo, yo soy atrapada,
mi mánita da vueltas,
ven ya, ven ya.
Quieres tocar mis pechos,
casi mi corazón.

Quizás tú mismo estropearás
lo que es mi riqueza,
la acabarás;
yo, con flores color de ave de fuego,
para ti haré resonar mi vientre,
aquí está: a ti hago ofrenda.

La preciosa flor de maíz tostado,
la del ave de cuello de hule,
la flor del cuervo, tu manto de flores,
están ya extendidos.
Sobre la estera preciosa tú yaces,
en casa que es cueva de plumas preciosas,
en la mansión de las pinturas.

Así en su casa me aflijo,
tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar.
Tal vez no puedo tejer, sólo en vano soy una niña.
Soy muchachita
de mí se dice que tengo varón.

Hay sufrimiento,
lugar de tristeza en la tierra.
Así tristemente cavilo,
deseo la maldad,
la deseperación ha venido a ser mía.

Me digo, ven niña,
aun cuando del todo he de morir.
Madre mía, yo sufro,
aquí tengo yo a mi hombre,
no puede ya hacer bailar el huso,
no puedo meter el palo del telar:
niñito mío,
de mí te burlas.
¿Qué me queda?
¡Lo haré!

¿Cómo se embraza el escudo
en el interior de la llanura?
Y o me ofreceré, me ofreceré,
niñito mío, de mí te burlas.

Compañerito, niñito mío,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
vamos a estar juntos,
a mi lado acomódate,
haz hablar tu ser de hombre.
¿Acaso no conozco,
no tengo experiencia
de tus enemigos, niñito mío?

Pero ahora abandónate a mi lado.
Aunque seamos mujeres,
tal vez nada logres como hombre.
Flores y cantos
de la compañera de placer,
niñito mío.

Hombre y niño, mi señor, tú, gran señor,
tú, pequeño Axayácatl;
todavía no empiezas
ya estás disgustado, compañero pequeño.
Y a me voy a mi casa,
niñito mío.
Tal vez tú aquí me has embrujado,
has pronunciado hermosas palabras.
Aquí hay ahora embriaguez,
tú, embriágate ya.
¿Acaso hay alegria en nuestra casa?

¿Acaso tú me has comprado,
tú para ti me adquiriste, niñito mío?
¿ Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez?
Acaso desprecias, te has disgustado,
pequeño compañero, ya me voy a mi casa,
niñito mío.

Tú, amiga mía, tú mujer ofrendadora,
mira cómo permanece el canto,
en Cohuatepec, en Cuauhtenanpan,
sobre nosotros se extiende, luego pasa.
Tal vez mi ser de mujer hace locuras,
mi pequeño corazón se aflige.
¿ Cómo habré de hacerlo,
a aquel que tengo por hombre,
aunque sean mías falda y camisa?
¡Los que son nuestros hombres,
son nuestra hechura!

Revuélveme como masa de maíz,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
Pero ahora abandónate a mi lado.
Aunque seamos mujeres,
tal vez nada logres como hombre.
Flores y cantos
de la compañera de placer,
niñito mío.

Hombre y niño, mi señor, tú, gran señor,
tu, pequeño Axayácatl;
todavía no empiezas
ya estás disgustado, compañero pequeño.
Y a me voy a mi casa,
niñito mío.

Tal vez tú aquí me has embrujado,
has pronunciado hermosas palabras.
Aquí hay ahora embriaguez,
tú, embriágate ya.
¿Acaso hay alegría en nuestra casa?

¿Acaso tú me has comprado,
tú para ti me adquiriste, niñito mío?
¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez?
Acaso desprecias, te has disgustado,
pequeño compañero, ya me voy a mi casa,
niñito mío.

Tú, amiga mía, tu mujer ofrendadora,
mira cómo permanece el canto,
en Cohuatepec, en Cuauhtenanpan,
sobre nosotros se extiende, luego pasa.
Tal vez mi ser de mujer hace locuras,
mi pequeño corazón se aflige.
¿ Cómo habré de hacerlo,
a aquel que tengo por hombre,
aunque sean mías falda y camisa?
¡Los que son nuestros hombres,
son nuestra hechura!

Revuélveme como masa de maíz,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
yo a ti por completo me ofrezco,
soy yo, niñito mío, soy yo, niñito mío.
Alégrate, que nuestro gusano se yerga.
¿Acaso no eres un águila, un ocelote,
tú no te nombras así, niñito mío?
¿ Tal vez con tus enemigos de guerra no
harás travesuras?
Ya así, niñito mío, entrégate al placer.

Nada es mi falda, nada mi camisa,
yo, mujercita, estoy aquí,
viene él a entregar su armonioso canto,
viene aquí a entregar la flor del escudo.
¿Acaso de algún modo somos dos,
yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?
Quiero que haya mujeres como yo,
de allá de Acolhuacan,
quiero que haya mujeres como yo,
que sean tecpanecas.
¿Acaso de algún modo somos dos,
yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?

Están avergonzados: yo me hago concubina.
Niñito mío,
¿Acaso no me lo harás
como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohua?
Poco a poco desatad la falda,
abrid las piernas, vosotros tlateloicas,
los que lanzáis flechas,
mirad aquí a Chalco.
Que yo me atavíe con plumas,
madrecita mía,
que me pinte yo la cara,
¿cómo habrá de verme
mi compañero de placer?

Ante su rostro saldremos,
quizás habrá de irritarse
allá en Huexotzinco Xayacamachan,
en Tetzmolocan.

Yo mujer me unté las manos con ungüentos,
me acerco con mi falda de fruto espinoso,
con mi camisa de fruto espinoso.
Los veré a todos perecer.
Deseo en Xaltepetlapan a los huexotzincas,
al cautivo de Cuetlaxtan,
a los traviesos cuetlaxtecas,
los veré a todos perecer.
¿De qné modo se sabe?
Me llama el niño, el señor, el pequeñoAxayácatl )
quiere conmigo lograr su placer.
Por mi causa
a dos tendrás que cuidar,
niñito mío.

Tal vez así lo quiere tu corazón,
así, poco a poco,
cansémonos.
Tal vez no de corazón, niñito mío,
entras a la que es placer,
a tu casa.
Tal vez así lo quiere tu corazón:
así, poco a poco, cansémonos.

¿De qué modo me lo haces, compañero de placer?
Hagámoslo así juntos,
¿acaso no eres hombre?
¿qué es lo que te confunde?
Mi corazón con flores circundas,
son tu palabra.
Te digo el lugar donde yo tejo,
el lugar donde hilo,
te hago recordar, compañero pequeño.
¿Qué es lo que te turba, corazón mío?

Soy vieja mujer de placer,
soy vuestra madre,
soy anciana abandonada,
soy vieja sin jugo,
es esto lo que hago, yo mujer de Chalco.
He venido a dar placer
a mi vulva florida,
mi boca pequeña.
Deseo al señor,
al pequeño Axayácatl.
Mira mi pintura florida,
mira mi pintura florida:
mis pechos.
¿Acaso caerá en vano
tu corazón,
pequeño Axayácatl?
He aquí tus manitas,
ya con tus manos tómame a mí.
Tengamos placer.
En tu estera de flores
en donde tú existes, compañero pequeño,
poco a poco entrégate al sueño,
queda tranquilo, niñito mío,
tú, señor Axayácatl.



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